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Porco Rosso: crónica de una tarde a fuego lento

mayo 23, 2023

Disclaimer: esto no es una crítica gastronómica. Visitamos Porco Rosso porque era viernes y el cuerpo lo sabía. Sabía que necesitaba comer rico. De preferencia cantidades ingentes de proteína, mucho mejor si a un lado nos colocaban una cerveza fría y, además, se trataba de una terraza pet frienly. Porque traíamos un perro como canina era el hambre que nos mordía entre la espalda y el ombligo. En todas las sucursales son bienvenidos los animales de compañía.

En todos los grupos de amigos hay alguien más responsable que el resto. La que cumple ese papel en nuestra tribu se encargó de investigar. Encontró artículos en su recién lanzada página web. Así se enteró que el BBQ es una técnica culinaria muy antigua que se vale del cocinado lento para imprimir en la carne ese característico ahumado y jugoso que horas más tarde habríamos de experimentar en boca propia.

Cristóbal Colón algo tuvo que ver

El origen de la técnica es impreciso. Hay quienes dicen que los marineros que venían con Cristóbal Colón escucharon que los indígenas se referían como “barbicu” al mecanismo de postes con los cocinaban a los animales y ellos, a su vez, le pusieron el nombre de “barbacoa”.

Los descendientes de los primeros colonizadores se convirtieron en vaqueros que se asentaron al sur de Estados Unidos. Ahí comienza a escucharse de Bernardo Quintana, el dueño de un rancho cuyos cowboys organizaban legendarios asados. Las reses venían marcadas con las siglas Bar-BQ. Así que ya podíamos imaginar de dónde viene la palabra que tanto placer nos procura a los glotones.

Las entradas (al cielo)

Los creadores de Porco Rosso se inspiraron en Kansas City para inaugurar, en 2015 en la CDMX, esta marca que suene recrear en sus sucursales la costumbre de hacer barbacoa en un patio.

Sus restaurantes suelen ser amplios, con espacios abiertos en los que uno puede ocupar una gran mesa comunal y dejar que la tarde pase como si no existiera un mañana.

Ese fue nuestro caso. Éramos cuatro, lo que representaba dos pares de estómagos ­—la mitad de los que tenía Alf, el extraterrestre de la serie ochentera— con la disposición de llenarse. Así que después de una breve expedición visual por el menú nos pusimos de acuerdo para probar un desfile de entradas.

Recomendadísimo el Chicharrón de Baby Back. Se sirve con guacamole y cebolla morada. El contraste entre la carne, suave como una caricia, y la parte vegetal explota en la lengua. Pedimos igualmente unos boneless; una Cachetada de Res, que es una especie de tlayuda con brisket, queso, frijoles y aguacate que resultó ideal para compartir. Personalmente, el must fueron las Doraditas de Chicharrón Prensado, cuatro quesadillas crujientes que sencillamente te ponen a salivar igual que un hombre lobo minutos después de haberse puesto la luna llena.

ZZ Top tenía razón

Mencioné a Alf porque si hay algo que me puede enamorar de un sitio, además de la comida, los tragos y la atención, es la música. Puede que se tratara de una casualidad o un acto premeditado; pero, así como el humo encuentra la forma de colarse por debajo de una puerta, la música que escuchamos esa tarde se mantuvo a un volumen ideal. Lo suficiente para distinguir las canciones de los 80 que alguien seleccionó, pero nunca invasivo al grado de tener que alzar la voz para conversar.

Y hablando de música, así como ZZ Top dice en su track “Burger man”, “una vez que pruebes mi hamburguesa, bebé, te crecerá una nueva glándula tiroides”, uno de nosotros se aventuró a pedir una Brisket & Cheese Burger que fue incapaz de acabarse. Se llevó la mitad para continuar la batalla más tarde.

El resto compartimos una vasta porción de Costillitas Cantonesas (¡qué salsa!), unas Costillas Baby Back y una vasta porción de Pork Belly.

Porco Rosso: amigos, comida y drinks

Para beber, nos decantamos por unas cervezas artesanales primero, unos cocteles con gin (aunque el lugar sirve también cocteles sin alcohol igualmente refrescantes, pero ya dijimos que era viernes, ¡qué rayos!) y alguien pidió un refresco. De los postres esta vez pasamos porque sencillamente, no había forma de comer un bocado más.

El perrito que nos acompañaba fue el más feliz, porque después de semejante festín, fue necesario llevarlo a caminar un buen rato.

No, esto no fue una reseña gastronómica. Sólo es la crónica de una tarde de viernes en las que se alinearon los astros: amigos, tragos y comida. Porco Rosso fue la fuerza gravitacional que los cocinó a fuego lento.

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